Quizás viniste al mundo mirando cerraduras
o en aquel primer beso de un día de Navidad.
O cuando decidiste que te sobraba vida,
cuando, despertar mujer, fue obsesión en tu soñar.
De ser el mártir, pasaste a marcharte de tu casa,
y a saber lo que es dormir debajo El Serrador.
Y al primer hombre, que como mujer, llega y te trata.
Sin pensarlo dos veces le diste tu amor.
Y nació Gilda. Ya ni Toñi, ni Rebeca, ni Visón.
La Bella Gilda.
Comenzó su lucha cotidiana.
Empezaron a envidiarla las fulanas
y en el Puente, hubo una nueva atracción.
En la comisaría, era frecuente verte,
caías en redadas con cierta asiduidad.
Alguna no aguantaba,.... buscó su propia muerte,
y a ti te iba pesando, el no tener un hogar.
Tus sueños iban, de llegar a ser madre algún día
y vivir con un hombre de los de verdad,
que te mandara cartas, cuando no venía,
con un “Hola, preciosa”, escrito al comenzar.
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Esa era Gilda. Ya ni Toñi, ni Rebeca, ni Visón.
La Bella Gilda.
Cada día maldiciendo más, el Puente,
sin embargo no pudiendo estar ausente,
aquello era su familia y su rincón.
Haciendo la carrera, solo por subsistencia,
y alguna que otra riña, por amigas defender.
Gente que se enamora, aún sin tener conciencia,
Y tú, ya ni lo sueñas, ¡te consideras mujer!
Y entre aspiraciones de dejar salir ambiente,
te miras al espejo y algo notas ya,
y sales a buscar hormonas que ponerte,
sin importarte más que tu feminidad.
Esa era Gilda. Ya ni Toñi, ni Rebeca, ni Visón.
La Bella Gilda.
Que una vez, de quince en quince días,
va y visita a ese hombre que quería
y le recuerda.... que de él, es su corazón.
Gilda, al fin hallaste el amor,
después de ir, de esquina a esquina,
en busca de tu Glen Ford. |